sábado, 26 de julio de 2014

Van cerrando las tiendas de toda la vida. Una Pena





Hasta hace no mucho, quienes no dominaban el callejero de Córdoba se orientaban en los nombres de los comerciosporque eran puntos de referencia para la población. Se quedaba en la esquina de tal tienda o se informaba de que fulano se había mudado al lado de tal otra. Las tiendas eran elementos estables, que formaban parte del paisaje de Córdoba y que en algunos casos han quedado fijados a la memoria de la ciudad de forma oficiosa, como el caso de Fuentes Guerra, y oficial, como el bar Costa Sol que dio nombre a la glorieta de Ciudad Jardín; o la fábrica de gaseosas La Constancia, ya inmortalizada en la linde de la Huerta de la Reina.

La invasión de las franquicias, que ha homogeneizado de forma impersonal a la calle Gondomar con cualquier otra vía centroeuropea, y el cambio en el régimen de los alquileres a partir del próximo 1 de enero han supuesto una convulsión en el comercio tradicional que en Córdoba se ha notado más que en otros lugares dado que aquí ha sido éste un sector al que se le ha comenzado a prestar atención cuando ya era demasiado tarde y de él no quedaba prácticamente ni rastro.

El comercio es un nexo articulador de la vida social; así ocurre de forma global en el centro de Córdoba y de forma particular en cada uno de los barrios. A lo mejor este último caso no ha destacado por la calidad ni la especialización, pero ha dado vida a los más pequeños alveolos de la ciudad y está fijado con intensidad en la memoria de sus habitantes.


Estas tiendas, llamadas «portalillos» en su minúscula expresión, en las que lo mismo se podía adquirir un estropajo que un tebeo, eran dinamizadoras del entorno y puntos de referencia en los que se le podía tomar el pulso al entorno.

Los barrios de Córdoba también contaban con sus pequeñas zonas comerciales y el ejemplo más claro está en el Campo de la Verdad, donde la calle Fray Pedro de Córdoba es conocida como la calle de las tiendas.

En el centro, en cambio, esta referencia ha mutado conforme ha evolucionado la vida de la ciudad. Las raíces medievales se encuentran en el eje de las calles Cardenal González, Lucano, Lineros, Don Rodrigo y Agustín Moreno por ser el paso de todo lo que circulaba entre Madrid y el sur de la península, y viceversa.

La plaza de la Corredera, la plaza grande, irrumpió con la grandeza del barroco y ha sido el epicentro hasta que la expansión de la ciudad a mediados del siglo XX diseminó el abastecimiento básico de los cordobeses.

De forma paralela, surgió el centro comercial en lacalle de la Feria y Ambrosio de Morales, donde lo conocieron nuestros abuelos, antes de que migrara lentamente hasta la plaza de las Tendillas y su entorno.

Eran los tiempos en los que no se escatimaba en plantilla y penetrar en cualquier comercio era contemplar una legión de dependientes, meritorios y cajeras en cubículos enjaulados que competían por dar un mejor servicio a un cliente al que siempre trataban de usted y le ofrecían una silla junto al mostrador para hacerle más llevadera la compra mientras entonaban con voz de sochantre las excelencias del género.

Eran los tiempos de Castanys, Mercet y Armet o Galo Hernández, nombres que ya se desvanecen lentamente en el imaginario popular.

El ecuador del siglo XX supuso un salto cualitativo en el comercio tradicional. El envoltorio pasó a ser determinante y en el eje de Cruz Conde y Gondomar, principalmente, proliferaron tiendas diseñadas por Rafael de La-Hoz y decoradas por Tomás Egea Azcona, de las que aún queda algún ejemplo.

Este baño de modernidad y buen gusto era compatible con el establecimiento de toda la vida, como el de botijos y tiestos queen Cruz Conde regentaba María Gómez «La torera» o losultramarinos de Hijos de Novell y Valls, en la Espartería, donde los cañamones del parco escaparate eran tan clásicos como el gato que dormitaba en el mostrador.

La aparición de los grandes almacenes con el desarrollismo no pilló desprevenidos a los cordobeses, que ya habían experimentado lo que era comprar sin un mostrador de por medio. Almacenes Sánchez, Martín Moreno, Zafra Polo y Fernando Berdud fueron los pioneros antes de que Simago comenzase su leyenda envuelta en el olor a mantequilla caliente, Galerías Preciado se alzase en un impoluto edificio de Miguel Fisac sobre el albero del Coso de los Tejares o el impronunciable Woolworth sustituyera el olor a jazmín del jardín de la destrozada casa de los Boil.

Los motivos ya mencionados del avance imparable de las franquicias y la subida que tendrán los alquileres en unos meses, son, entre otras, las razones por las que Córdoba padece en los últimos meses una sangría silenciosa y constante que ha ido más allá de los cierres de Fidela, Orga, Los Sánchez, Serrano, Rusi de Gondomar o más recientemente Calzados Rafael y que cambiará por completo el paisaje comercial de Córdoba.

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